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4. Cómo dominar el terreno de juego

Imagen donde puede verse un mapa de la batalla de Waterloo.

Mapa de la Batalla de Waterloo. Napoleón frente a Wellington.

En el deporte, como en la guerra, los estrategas saben de la importancia de dominar el terreno de la contienda, eligiendo las posiciones más favorables para la batalla, y siempre teniendo en cuenta las fuerzas propias y las del contrincante. Evidentemente, uno no sabe qué estrategia, qué argumentos o qué tácticas de ataque habrá preparado el contrincante. En todo caso, aquí ocurre como en el fútbol, quien domina el balón más tiempo tiene más posibilidades de ganar (aunque aquí, la posesión del balón no representa la posesión de la palabra, ya que los tiempos suelen estar muy regulados y equilibrados en cualquier debate, sino que nos referimos, más bien, a conseguir el protagonismo o la iniciativa durante el transcurso del mismo).

El juego de debatir deja siempre cierto margen de maniobra a quien presenta una tesis o recibe un ataque, para reaccionar de una u otra manera, sin tener que someterse a la estrategia del rival. Por supuesto, no nos estamos refiriendo a las estrategias contaminantes, manipuladoras y sofísticas tan típicas como groseras: interrumpir continuamente o humillar al contrario burlándose de él, olvidarse del tema tratado y saltar a otro que nada tiene que ver con la pregunta formulada, inventar hechos o citas falsos, recurrir patéticamente a la compasión del público o excitar sus emociones y sus miedos, etc., etc. Basta ver ciertos debates políticos y las tertulias en ciertas cadenas de televisión para observar magníficos ejemplos de lo que podríamos calificar de “terrorismo dialéctico” o de simple "basura retórica".

Pero lo cierto es que siempre nos cabe maniobrar hábilmente, usando algunas buenas estrategias de defensa y contraataque, que pasamos a explicar:

4.1. Conquistar los espacios

La metáfora del juego que enfrenta a dos adversarios (lo mismo da hablar de ajedrez, fútbol o de debates estudiantiles), resulta interesante porque nos muestra algunas de las características que debemos tener muy en cuenta si queremos ganar el enfrentamiento. Jugar un juego nos indica ante todo dinamismo: el juego es un movimiento continuo y en el caso del debate conlleva el despliegue de ideas y argumentos en el tiempo que transcurre rápida e inexorablemente. Aprovechar adecuadamente esos tiempos, que suelen estar nítidamente tasados y controlados, es muy importante; y darle a cada momento lo que le corresponde (la introducción, el desarrollo, el tiempo de la réplica, la conclusión) es fundamental. Por eso, no puede haber mayor error que dejarlo todo a la improvisación y a la incierta visita de las musas inspiradoras. Nuestro debate debe estar planificado y ensayado previamente si queremos dominar la situación y obtener un resultado brillante.

Cuadro donde aparecen dos jugadores frente a un tablero de ajedrez, en el siglo XVIII

Pero la misma idea del movimiento implica que además de un tiempo haya un espacio por el que moverse, un campo de juego con posiciones diferenciadas1. Y, en efecto, en un debate, aunque los debatientes se planten detrás de un atril, también podemos hallar zonas o puntos de fricción diferenciados (mis zonas de defensa, de ataque, de contraataque...).

La línea imaginaria del centro del campo sería aquélla marcada por la propia pregunta o tema del debate (por ejemplo, ¿debería legalizarse la venta de marihuana?), que nosotros normalmente no hemos podido elegir, pero que delimita rotundamente a un lado y otro las posiciones de ambos bandos: a favor y en contra. La elección del tema o proposición general a debatir es también crucial porque delimita el perímetro de nuestro campo de juego, es decir: de qué temas vamos a debatir y qué cuestiones no vienen a cuento porque quedan fuera del tema de debate. Por todo ello, hay que insistir en la importancia de redactar la cuestión o tema del debate de una forma precisa y clara, sin ambigüedades ni vaguedad, para que los contendientes sepan a qué atenerse y cuál es exactamente la posición que debe defender.

Dibujo de un campo de fútbol, donde en el centro del campo se lee: ¿Debería legalizarse la venta de marihuana? En una mitad se lee "A favor" y en la mitad opuesta "En contra"

Esta imagen del campo de juego nos permite entender varias ideas: 1º) la importancia de proteger la retaguardia, preparar nuestra defensa ante los ataques del enemigo; 2º) la importancia de preparar ataques que lleguen hasta las posiciones enemigas para poder conquistarlas; y sobre todo, 3º) la importancia crucial de controlar la mayor parte del campo. Si el debate se juega constantemente en nuestro campo (cuando nos vemos forzados a defendernos todo el rato) la sensación es que el contrario nos está dominando, incluso aunque nuestra defensa sea sólida; y a la vez, el riesgo de que nos metan un gol es más alto. Hay un refrán deportivo según el cual "los partidos se ganan en ataque y se pierden en defensa". Meter goles y que no te los metan... ¡así de simple! Pero, para ello, los entrenadores y estrategas disponen de distintas posibilidades. Nosotros vamos a fijarnos en dos tácticas que nos pueden ser útiles en el debate: a) buscar las zonas en las que sabemos que tenemos ventaja, y b) ocupar la mayor parte del tiempo el centro del campo.

A. Ganar posiciones ventajosas.

Igual que en el campo de batalla hay posiciones elevadas o bien protegidas desde las que resulta más fácil ganar la contienda, en todo tema de debate podemos distinguir asuntos o aspectos que nos pueden resultar favorables (así como otros resultarán más propicios a nuestro adversario). En efecto, un tema general como la legalización de la marihuana presenta diferentes flancos o asuntos más concretos en los que se subdivide la cuestión general: así, podemos analizar las ventajas e inconvenientes de su legalización desde el puntos de vista económico (hacer aflorar un negocio que ahora es negro y no contribuye), o desde el punto de vista legal (¿aumentaría o disminuiría la delincuencia y delitos asociados a la droga?) o incluso desde la perspectiva de los derechos de las personas (¿más libertad, menos orden?).

Por tanto, el enfrentamiento general se ha concretado ahora en una serie de asuntos particulares o frentes de batalla distintos: nuestra misión es conquistar esas posiciones para que el público y el jurado entienda que nosotros merecemos ganar el debate. Podemos perder en algún frente, pero ganar en los demás, obteniendo en la mente del jurado la sensación de haber ganado el debate, al dominar la mayor parte del terreno.

Dibujo de un campo de fútbol, donde se representan argumentos a favor (rentabilidad económica, derechos de las personas) y en contra (salud pública) de la venta de marihuana 

Aquí observamos que la posición a favor gana claramente la mayoría de los asuntos debatidos. Así, nuestra labor de preparación consistirá en detallar y analizar esos asuntos o frentes de debate en los que se subdivide el tema general, calculando en cuáles de ellos tenemos una ventaja comparativa. En ellos incidiremos especialmente durante el debate, aunque también prepararemos para defendernos en los otros frentes menos propicios.

El orden en que presentamos y discutimos estas cuestiones resulta también muy importante. Debemos comprender el orden lógico que puede haber entre las cuestiones a tratar, la prioridad que tienen unas sobre otras: ciertas cuestiones no pueden platearse (por ejemplo, el modo de dispensar la marihuana, en farmacias o en estancos) sin haber resuelto antes otras cuestiones previas, en un orden lógico (si el estado debe legalizar su venta).

Ahora bien, para vencer en un debate no sólo importa la cantidad, el número de frentes ganados, sino también la relevancia que cada asunto particular pueda tener en él. Si convencemos al jurado de que uno de los asuntos a tratar es más significativo o relevante para la cuestión debatida que todos los demás juntos, es posible que ganemos el debate simplemente imponiéndonos en ese frente, aunque perdamos los demás.

 Dibujo de un campo de fútbol, donde los argumentos a favor de legalizar la venta de marihuana (rentabilidad económica, derechos de las personas), han perdido espacio, mientras que los argumentos en contra (salud pública) ocupan la mayor parte del terreno de juego.

Teniendo en cuenta esto, será muy importante que sepamos presentar nuestros argumentos ante el jurado para que estos ocupen un mayor espacio en sus mentes, es decir, para que los jueces aprecien la relevancia significativa del asunto que tratamos y en el que esperamos poder tener una clara ventaja. Para ello, al público y al jurado debemos presentarle no sólo el contenido desnudo de los argumentos que hemos preparado, sino también un comentario de su importancia para el tema tratado, con indicaciones claras del mensaje principal que queremos trasmitir, así como de la estructura que vamos a seguir en nuestra argumentación.

Recomendamos para ello2, en primer lugar, escribir y utilizar en varias partes del debate (desde luego en la Introducción y en la conclusión final) LEMAS o frases cortas en las que podamos resumir nuestro argumento, con el fin de remarcarlo en la mente del jurado. Como el eslogan de un anuncio publicitario, el lema puede indicar de forma simple pero llamativa lo esencial de nuestro argumento, de forma afirmativa (mejor que negativa) y declarativa (no interrogativa). Un ejemplo:

ARGUMENTO

"Como partidarios de la legalización de la marihuana, consideramos que su ilegalización actual, además de ser inútil, pues dicha sustancia es fácilmente accesible en nuestro país a pesar de todo, promueve un mercado negro y el negocio de las mafias que trafican con ella. Dicho negocio ilegal, base de múltiples delitos, desaparecería inmediatamente en cuanto la marihuana fuera legalizada."

LEMA

"La marihuana ya es accesible, legalizarla acabará con el narcotráfico."

En segundo lugar, es recomendable seguir ciertas PAUTAS ESTRUCTURALES, ya que el público y los jueces no tienen a mano el esquema de lo que va a ser nuestra argumentación, pero nosotros podemos hacérsela llegar y remarcársela por otros medios:

1º. Respetar el orden estructural formado por introducción-cuerpo-conclusión con sus respectivas funciones: presentar-invitar al auditorio a escuchar nuestra postura, desarrollar su esencia, resumir lo dicho.

2º. Darle importancia crucial al principio y al final. Las reglas psicológicas de la primacía y la recencia nos aseguran que el oyente siempre recuerda mejor lo primero que se dijo y lo último y más reciente que se acaba de decir. Ambos momentos del debate suelen ser despreciados por muchos debatientes novatos, pensando que la clave está en el medio, en el cuerpo a cuerpo. No debemos olvidar nunca explicar a la audiencia en nuestra introducción un anticipo de lo que va a ser nuestra argumentación, y en la conclusión final, un resumen del mismo esquema argumentativo.

3º. Incluso en el cuerpo central, cuando pasamos de un argumento a otro, debemos indicarlo explícitamente: "hasta aquí hemos visto este asunto... y ahora trataremos este otro aspecto del tema..." No debemos sentir miedo de ser redundantes, pues la redundancia (la repetición de la misma idea a lo largo del enunciado, como en "pude verla con mis propios ojos") es una buena herramienta para intensificar el significado de dicha idea y que ésta gane más espacio en la mente de nuestros jueces y público.

En resumen, los argumentos bien estructurados y bien presentados nos permiten ganar debates por dos razones: porque dan una sensación de control del juego y porque logran ocupar más espacio en la mente del jurado.

B. Dominar el centro del campo.

En el fútbol moderno, quien domina el centro del campo, domina el juego y la posesión del balón, teniendo más posibilidades de llegar a la puerta contraria. Mira este video de un equipo bastante conocido por su capacidad para controlar el juego: la Selección Española.

Pero nos vamos a referir ahora a un concepto del espacio, a un dominio del terreno de juego dialéctico, diferente del que hemos hablado en el apartado anterior. Decía el viejo Aristóteles: In medio virtus est, "en el medio está la virtud", esto es, la rectitud y la fuerza (para los antiguos, la virtud significaba ambas cosas a la vez). El orador que logre situarse en ese punto intermedio que huye de los extremismos, en ese lugar imaginario donde habita el sentido común, alejado de todo fanatismo radical, conquistará probablemente el corazón del auditorio y de los jueces. De ahí las referencias constantes, en el discurso político, a expresiones como: "es bien sabido que...", "como todo el mundo sabe...","la gente no está de acuerdo con....", "resulta de sentido común...", "...hacer las cosas como Dios manda", "y como siempre se ha dicho...", etc.

Imagen de una escultura donde se muestra el rostro de perfil de AristótelesEl propio Aristóteles nos ofrece otra razón poderosa para echar mano de lo que la gente suele decir o pensar, lo que llamamos tópicos, a los que el estagirita dedicó incluso una de sus obras: los temas que solemos presentar a debate no pueden ser resueltos de forma rotunda mediante argumentos basados en premisas evidentes o demostrables científicamente (¿es mejor prohibir o legalizar las drogas? ¿es más ético ser de derechas o de izquierdas? ¿está preparada una chica de 16 años para abortar? etc., etc.), porque en ese caso no habría nada que debatir, se recurriría a la solución científica y punto. Pero estos temas éticos y estéticos, sociales o políticos, por su propia naturaleza, no admiten demostraciones rigurosas y necesarias, por lo que el razonamiento lógico debe ser sustituido por un recurso a las razones más plausibles que seguras, más verosímiles que verdaderos, más probables que necesarios. Aristóteles nos define qué es plausible, como aquello que parece bueno o verdadero "ya para todos los hombres, ya para la mayor parte, ya para los más sabios; y entre estos, ya para todos ellos, ya para la mayoría". 

En conclusión, intentar conquistar esa zona intermedia en la que confluyen (estadísticamente, véase la famosa campana de Gauss) la mayoría de las opiniones o las opiniones más autorizadas, para consolidar tu postura ante el auditorio. De esta forma, podremos hacerles ver a público y jueces que aquello de lo que queremos convencerles (nuestra tesis) se sigue claramente de aquello de lo que ya están convencidos (de esos lugares comunes o tópicos que la gente suele compartir, del aquél ya citado "sentido común"). La cuestión no es superficial, porque el propio enfoque del debate, tal como suelen plantearse estos en torneos de estudiantes o en tertulias al uso (no hablemos de los chats y foros de opinión en internet), se tiende a exacerbar artificialmente las posturas de los contendientes, presentándolas como polos opuestos e irreconciliables. Recordemos una vez más a Aristóteles: in medio virtus est. Allí donde no cabe la demostración matemática, sólo cabe la argumentación razonable y mesurada.

4.2. Cambiar de plano

Esta estrategia consiste en zafarse del ataque enemigo, buscando un nivel diferente de enfrentamiento, un plano distinto en el que plantear la batalla. Consiste, por ejemplo, en retomar el tema en cuestión pero pasando del nivel de los ejemplos concretos al nivel más abstracto de las ideas (o viceversa); o bien cambiar del plano teórico de la discusión a un plano más práctico y cotidiano; o bien, pasar de los hechos presentados como datos indiscutibles a los valores y principios morales que andan en juego; o bien del terreno de lo particular a un campo más amplio de aplicación… y todo esto, por supuesto, sin abandonar el tema que se está tratando. Por ello, no se debe confundir esta estrategia con el zigzagueo propio de quien pretende sólo esquivar la cuestión y evitar enfrentarse al argumento del oponente cambiando de tema, sino como una manera de llevar el asunto al terreno que le conviene al orador para presentar su propio argumento o su defensa.

Ejemplos de esta estrategia: los partidarios de la pena de  muerte  suelen  hacer  referencia  a  crímenes  concretos  especialmente crueles y dramáticos (difíciles de ignorar) para justificar su postura, pero podemos contestarles cambiando a un plano más abstracto y responderles con un argumento sobre el derecho a la vida: Un Estado que quita la vida, en nombre del carácter sagrado de la vida, está contradiciendo y arruinando ese principio. O bien, como decía Gandhi, “Ojo por ojo, y todos tuertos” (por supuesto, nuestro oponente puede intentar hacer  lo  contrario:  de  los  principios  generales,  pasar  a  los  ejemplos concretos). También podemos cambiar de un plano particular, nacional (“la delincuencia en España y lo 'fácil' que se sale de la cárcel aquí”) a un plano más amplio o general en el ámbito europeo (“pero resulta que las leyes penales españolas son de las más duras de Europa, y eso que el número de delitos en España es de los más bajos de la Unión”).

O bien, como hemos indicado, podemos pasar del plano de los hechos (“en mi barrio, los jóvenes hacen botellón y lo dejan todo asqueroso”), al plano de los valores (“la libertad frente al estado policial, la tolerancia y el derecho a divertirse requiere de espacios adecuados”). Y, por último, del plano teórico al práctico (el típico reproche: "tú no tienes los pies en la tierra", “eso que dices suena muy bonito pero, en la realidad, las cosas funcionan de otra forma”, etc.).

4.3. Divide y vencerás

Ya sabemos lo que significa este lema en la estrategia militar de ataque contra un enemigo en el frente de batalla; pero cuando se trata de defenderse, también es posible salvar una parte de nuestras posiciones y acabar venciendo a nuestro rival, realizando una división, una distinción o una clasificación que separe la parte “tocada” de la que sigue indemne.

Wikipedia

La conocida como "política de tierra quemada" o de "tierra arrasada", es una táctica militar consistente en destruir cualquier cosa que pudiera ser de utilidad al enemigo cuando una fuerza avanza a través de un territorio o se retira del mismo.

El origen histórico del término tierra quemada proviene seguramente de la práctica de quemar los campos de cereales durante las guerras y conflictos en la antigüedad. Sin embargo, no se limita en absoluto a cosechas o víveres, sino que incluye cualquier cosa que pueda servir de refugio, transporte o suministro al enemigo.

La táctica de la tierra quemada es una acción que vincula los aspectos militares y económicos o incluso psicológicos de una estrategia militar. Estas acciones destructivas tienen la ventaja de que no requieren adelantos tecnológicos ni una especialización particular por parte de los combatientes que la aplican. Cuando se emplea en territorio enemigo se pretende destruir la voluntad de resistir del mismo mediante la intimidación, provocando sufrimiento a las poblaciones locales al destruir sus propiedades y medios de subsistencia. Si se aplica en territorio propio al retirarse, el objetivo es retrasar o incluso detener el avance enemigo al dejarle sin recursos que aprovechar, o entorpeciendo su movimiento.

La tierra quemada ha resultado históricamente muy eficaz para facciones que de otra forma no hubieran sido capaces de resistir el avance de ejércitos mejor organizados y más poderosos, aunque en la guerra moderna su utilidad es menor, ya que todo contingente armado suele cargar con sus propios suministros en lugar de vivir del terreno, como se hacía siglos atrás...3

En el siguiente video, a partir del minuto 4, vemos la estrategia de tierra quemada del ejército ruso ante la invasión del ejército, muy superior y mejor organizado, de Napoleón en la campaña de 1810.

Puede parecer un atrincheramiento cobarde pero, en ocasiones, matizar permite reforzar la posición propia original. O sea, haremos hincapié en que hay que señalar diferencias relevantes dentro de lo que nuestro adversario acaba de criticar, para intentar salvar la parte que consideramos importante. Por ejemplo, las críticas al poder de la Iglesia suelen ser contestadas diciendo que los cristianos también están trabajando con los más pobres (pero así, tácitamente admiten que una cosa es la jerarquía eclesial y otra la base social, los fieles de a pie). Otro ejemplo: si el sindicato critica al gobierno por implantar unos míseros contratos por horas, éste puede contestar que si bien puede afectar al sueldo, a cambio el trabajador tiene más tiempo libre para su familia o para formarse a la vez que trabaja. Se trata, por tanto, de hacer distinciones dentro de ese todo del que se discute, que siempre es complejo y poliédrico.

Imagen de caza simbolizada en una pintura rupestreLa división del campo de juego tiene la finalidad de eludir la presión de nuestro adversario en el punto principal que acaba de atacar, refugiándonos en aquellos otros terrenos (aunque sean parciales y algo más periféricos al tema de debate) en los que nos sentimos más seguros en el intercambio de golpes. Evidentemente, nuestro  rival  no  quedará  satisfecho  con  esta  táctica, sino molesto y contrariado:  “Crea  una  situación muy insidiosa para el interlocutor, pues aunque le damos fuera de la diana previamente establecida, no deja de ser un tiro acertado; es como acertar a un faisán durante la caza del jabalí. La presa no es la deseada, pero el cazador no vuelve a casa con las manos vacías.” (CATTANI, 2003, 101). Nuestro adversario, por supuesto, reclamará volver al tema central, buscando el cuerpo a cuerpo, en el que se siente superior, por lo que esta estrategia es bastante arriesgada y no siempre aconsejable.

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